Siento las olas rompiendo, no es un mar,
su grandeza se extiende mucho más,
más allá de aquello que entiendo,
y el inmenso vacío que hay en aquello
que nunca sabré
se moja, rompiendo las aguas de
ignorancia,
estallando en lluvias de un sentimiento
que no alcanzo a entender,
que erosiona mi soledad.
Es mi existencia sólo un color,
el color de aquello que nunca seré
mezclado con tonos de aquello que soy
y me queda por ser,
manchado de aquello que fui,
sólo un rayo fugaz que no deja huella,
y sin saber tejer palabras tejo,
inevitablemente,
lo que debo tejer,
sin saber tejer palabras tejo,
irónicamente,
las palabras que no sé tejer.
No hallo nada,
pues nada debo hallar.
Ello me halla,
y lo dejo estallar.
Con la presión de un mar tan grande
como el concepto,
y el color de mil pigmentos que
pigmentan mi universo,
rompiendo, entre otras barreras que
barran mis pensamientos,
un cráneo de hueso, color yeso.